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sábado, 30 de junio de 2012

MANTRA "HAM"

Mantra "Ham". Sanación de la Relación entre Maestro y Discípulo
El Mantra "Ham" se pronuncia con "jota" en vez de con "hache" (Jam).

Es el Mantra del desarrollo personal y espiritual, el Mantra de los cambios, de la enseñanza, del aprendizaje, de la comunicación.


"Ham" es el Mantra de los oradores, de los profesores, de los maestros de los guías espirituales, pero también el Mantra del discípulo, del alumno, del lector, del que escucha y oye, y hasta de los fabricantes de perfume o de los que se comunican a través de los olores de la naturaleza y los olores corporales como lo pudieran ser los Aromaterapeutas.


Los escritores, los músicos, los oradores, etc. también deberían utilizar el Mantra "Ham" para obtener sabiduría e intuición antes de crear sus obras


El Mantra "Ham" es la energía espiritual en camino a manifestarse en el mundo físico a través de las energías creativas. "Ham" es todo planeamiento que precede a una actuación con amor, a una satisfacción personal, a una actuación y a una manifestación.


Las vibraciones del sonido "Ham" se mueven en planos espirituales superiores para luego descender a la densidad de los planos físicos para manifestarse. La contrapartida del "Mantra" cristiano "Venga a nosotros tu Reino".


Con el Mantra "Ham" se pueden tratar todos los problemas de comunicación, así sea tartamudez, afonías, dislexia, etc. Eficaz para tratar los problemas estudiantiles en alumnos de corta edad.

Pero no queda ahí, el Mantra "Ham" también cura todas las afecciones asociadas al chakra Garganta y a la glándula tiroides: Enfermedades de la garganta, de los oídos, y de la fosas nasales: Tiroides, tinitus, sinusitis, dolor de garganta, tos seca, glándulas inflamadas, alergias, etc. También se pueden tratar problemas respiratorios derivados de desequilibrios conjuntos entre el chakra Corazón y el chakra Garganta, como la tos o la sensación de asfixia que pueden ocasionar los ataques de angustia.


El Mantra "Ham" refresca nuestros cuerpos energéticos superiores llenándolos de luz sanadora para que podamos planear de forma positiva para el bien nuestro, de la Humanidad y del Planeta. También nos da fuerzas para llevar a la práctica nuestros ideales y conseguir nuestras metas espirituales y físicas.
http://sistemasanaciontinerfe.blogspot.mx/search/label/Los%20Mantras

domingo, 24 de junio de 2012

ILUMINAR EL MUNDO

Ahora estamos entrando en el mes de los milagros, y pronto abriremos el regalo de Janucá, llamado así por los kabbalistas porque no se requiere que hagamos casi nada.
Sencillamente, es un regalo. Todo lo que se requiere es el deseo y el conocimiento para recibirlo. En otras festividades, hay muchas oraciones, meditaciones y acciones físicas diseñadas para atraer la Luz.
 En Janucá, encendemos velas con muy pocas oraciones, y eso es todo. Esto es porque la Luz en Janucá es tan elevada y poderosa que no necesitamos hacer casi nada para poder atraerla.

Hay un relato sobre un gran kabbalista que les pedía a las personas que se le acercaban con sus problemas si podían escribir en un papel sus nombres y las dificultades que estaban enfrentando. Después, el sabio meditaba sobre lo que ellos habían escrito.

Un día, un hombre se le acercó al maestro con dos papeles: uno era su propio papel y el otro era un papel de parte de uno de sus amigos. Primero, él dio su propio papel, y el kabbalista lo vio y meditó en su nombre.

Seguidamente, el hombre le entregó el papel de su amigo. El kabbalista lo vio y dijo: “Veo que el alma de este hombre brilla con una Luz tremenda”. Él meditó en el nombre de su amigo y oró por él. Meses más tarde, el mismo hombre regresó a ver al kabbalista.
 Nuevamente, él le entregó su papel y el de su amigo al kabbalista para que éste meditara.

Pero cuando el kabbalista vio el nombre de su amigo esta vez, literalmente, lo arrojó de sus manos mientras gritó: “¿Cómo puedes traerme el nombre de este hombre? Es una persona muy negativa. ¡Ni siquiera quiero su nombre en mi casa!”.

El visitante contestó: “Estoy muy confundido. Hace unos meses, le entregué el nombre de la misma persona y usted me dijo que su alma estaba brillando con una Luz tremenda. ¿Ahora usted me dice que es una persona terriblemente negativa?”.
El kabbalista se quedó pensando por un momento, y luego dijo: “Entiendo lo que ocurrió. Hace unos meses, cuando viniste por primera vez con el nombre de esa persona, él estaba encendiendo las velas de Janucá”.

“Cuando una persona enciende las velas durante Janucá, no importa cuán negativa sea o cuántas acciones negativas haya realizado, la Luz de Janucá brilla en su alma. Desafortunadamente, tu amigo no continuó esa conexión con la Luz cuando Janucá terminó. Él la entregó. Ahora veo la verdadera oscuridad en su alma”.
 La lección para todos nosotros es entender el inmenso poder de Janucá y la Luz oculta que revela. Cuanto más apreciemos lo poderoso que ésta es y qué puede hacer, más podemos atraerla a nuestra vida.

Una vez que creamos en nuestro poder de ser un canal de la Luz del Creador, no hay nada que esté fuera de nuestro alcance. Ahora podemos atraer la Luz de Janucá para remover la voz negativa e insidiosa que nos dice que somos incapaces, que no podemos lograr cosas grandes.

Como explican los kabbalistas, cada uno de nosotros está destinado a ser un conducto ilimitado de la Luz del Creador. Encender las velas de Janucá nos muestra cuál es nuestro propósito en el mundo realmente. Es tener la Luz del Creador en nuestras vidas, en todo momento.

Es iluminar vela tras vela y, finalmente, alcanzar la eliminación de toda oscuridad para siempre.

Michael Berg es co-director del Centro de Kabbalah, así como autor, estudiante y maestro.

miércoles, 20 de junio de 2012

SEMILLAS DEL AYER

Resulta peculiar observar cómo la ciencia siempre acaba alcanzando a la Kabbalah. Muchos avances tecnológicos y científicos descubiertos durante las últimas seis décadas fueron enseñados, discutidos y escritos por los maestros de nuestro maestro. 

Si le dijeras a un científico noventa años atrás que una mariposa aleteando inicia un efecto dominó que puede provocar un tornado en una parte distinta del mundo, probablemente te miraría como su estuvieras loco. Hoy en día, la ciencia lo llama la Teoría del Caos. 

Pero esté probada o no, la idea de que la acción más pequeña puede crear un impacto en el mundo todavía resulta difícil de creer. Quizá seamos un poco egoístas en nuestra carrera profesional, y permanezcamos en nuestros trabajos fundamentalmente motivados por lo que obtenemos de éstos. Luego, de repente, hay problemas en nuestras relaciones en casa o con un amigo, y pensamos: "¡Esto no es culpa mía!". 
 Somos buenos compartimentando nuestras vidas, pensando que la forma en que nos comportamos en un área no tiene ningún efecto en la otra, pero la verdad es que en el reino espiritual no hay compartimentos. La ilusión de fragmentación sólo existe en la dimensión física. Todo está conectado. 

Esto es algo difícil de aceptar, pero la Luz nos asegura que vivimos en un sistema verdadero y justo. El problema es que cuando vienen los problemas, nos resulta casi imposible conectar los puntos. El sistema fue creado para que podamos tener una oportunidad en la que basar nuestra certeza en la Luz y no en nuestros cinco sentidos. 

Podemos mejorar nuestra capacidad para detectar la Ley Espiritual de Causa y Efecto en funcionamiento si mantenemos la conciencia de que en cada momento estamos plantando una semilla. Plantar semillas de egoísmo, celos o impaciencia nos traerá finalmente dificultades y conflictos. En cambio, plantar semillas con actos de compartir, tolerancia y amor incondicional… nos traerá plenitud. 

Esta semana intentemos ser más conscientes de lo que estamos entregando al universo. 

Aun las acciones de bondad más pequeñas pueden crear mucho amor en el mundo.

Todo lo mejor,
Yehuda

martes, 19 de junio de 2012

EL OCEANO DE LAGRIMAS

Uno de los regalos del mes de Cáncer es la capacidad de ser sensibles al dolor de otros. Usualmente, cuando vemos a otra persona sufriendo, intentamos ayudarlos un poco y luego nos detenemos. Nos decimos a nosotros mismos: “No hay mucho más que pueda hacer”. Sin embargo, cuando una persona acepta la responsabilidad de decir: “Hay algo que puedo hacer para aliviar el dolor y el sufrimiento en el mundo” y sale a confrontar el sufrimiento, entonces no hay límite para lo que es capaz de hacer o para cuánto pueda impulsarse a sí mismo.
Cuando era niño, había una historia que mi padre y maestro, el Rav Berg, a menudo nos contaba para mostrarnos la importancia de ser diligente en despertar compasión por el mundo.
El océano de lágrimas
Durante tiempos remotos, dos grandes maestros espirituales, que eran mejores amigos, hicieron un trato. Ellos acordaron que quien abandonara este mundo primero, regresaría a visitar al otro en un sueño o una visión; éste le contaría a su amigo dónde se encontraba y le revelaría los misterios de la vida después de la muerte.
Pasaron muchos años y uno de los maestros murió. Su amigo esperó confiadamente que éste apareciera como lo había prometido, pero pasaron muchas semanas sin ningún sueño o visión. Preocupado, el amigo decidió visitar al hijo del maestro fallecido.
“Teníamos un acuerdo”, le explicó al hijo. “Tu padre nunca rompería su palabra a menos que algo crucial haya ocurrido”.
El hijo dijo: “Estaba igual de preocupado porque también esperaba que mi padre me visitara. No obstante, sabiendo el arte secreto de transportar mi alma a los mundos superiores, anoche pude visitar a la Corte Celestial y preguntar qué había sido de mi padre”.
“Los ángeles contestaron: ‘Él estaba aquí, pero no se quedó. Siguió caminando’. Busqué en cada región del cielo y les pregunté a los ángeles si lo habían visto. En cada lugar, me dieron la misma respuesta: ‘Tu padre estuvo aquí, pero siguió caminando’”.
“Finalmente, me encontré a un hombre sentado en la entrada de un bosque y le dije: ‘¿Ha visto a mi padre?’”.
“Él también contestó: ‘Sí, estuvo aquí, pero siguió caminando’. Luego agregó: ‘Lo encontrarás al otro lado del bosque’”.
“Recorrí el bosque en lo que parecían días y, finalmente, llegué a un lugar donde no había más árboles. Mirando tan lejos como mis ojos me permitían, vi un amplio y turbulento océano, con olas tan grandes como montañas. Mi padre estaba parado ahí, descansando con su bastón, observando el océano. Me le acerqué y tomé su brazo. ‘¿Qué haces aquí?’, le pregunté. ‘Todos estamos preocupados porque no regresaste a visitarnos en una visión o un sueño. No sabíamos lo que te había ocurrido’”.
“Sin apartar sus ojos del océano, mi padre dijo: ‘¿Sabes lo que es este océano, hijo?’, le dije que no y él continuó, ‘Este es el océano de todas las lágrimas de todas las personas del mundo que han llorado de dolor y sufrimiento. He jurado ante Dios que nunca dejaré este océano hasta que Él seque todas las lágrimas. Es por eso que no he podido cumplir mi promesa’”.
Tenemos que asumir responsabilidad por todo lo que nos rodea. Cuando hacemos esto, entonces estimulamos nuestro deseo de traer el cambio. Por otro lado, si nos mantenemos enclaustrados en nuestro propio mundo, aislados emocionalmente de los demás, es imposible que nosotros (y el mundo) salgamos de nuestro caos.
La verdadera compasión por el sufrimiento de los demás nos conduce a continuar nuestro trabajo hasta que todos sean liberados. Como el maestro espiritual que no se movió del océano de lágrimas, insto a todos a que perseveren en su determinación de enfrentar el dolor y sufrimiento donde quiera que éste se encuentre. Si queremos eliminar el caos de este mundo, nuestra disposición a ayudar no debe tener fin.

Michael Berg es co-director del Centro de Kabbalah, así como autor, estudiante y maestro.

domingo, 10 de junio de 2012

LA CONCIENCIA ES EL PRIMER PASO HACIA LA CURACIÓN O EL CAMBIO

LA CONCIENCIA ES EL PRIMER PASO HACIA LA CURACIÓN O EL CAMBIO
“Me muevo con el ritmo y el fluir de la vida, siempre cambiante”.
Cuando llevamos algún modelo mental profundamente sepultado en nuestro interior, para poder curarnos debemos empezar por tomar conciencia de ello. Quizás hablemos al respecto con alguien, o veamos aparecer el mismo modelo mental en otras personas. De una manera o de otra, emerge a la superficie, nos llama la atención y empezamos a tener alguna relación con ello. Con frecuencia, atraemos hacia nosotros a un maestro, un amigo, una clase, un seminario o un libro que comienza a sugerirnos maneras nuevas de abordar la disolución del problema.

Mi propio despertar se inició con un comentario casual de un amigo sobre una reunión de la que le habían hablado, y aunque él no iba a venir, yo sentí no sé qué respuesta interior y fui. Aquella pequeña reunión fue mi primer paso por la senda de mi evolución. Hasta cierto tiempo después no me di cuenta de su importancia.
Con frecuencia, en esta primera etapa nuestra reacción es pensar que todo eso es una tontería, o que no tiene sentido. Puede ser que nos parezca demasiado fácil, o inaceptable para nuestras ideas. El hecho es que no queremos hacerlo, y nuestra resistencia cobra muchísima fuerza. Hasta es posible que nos enfademos sólo con pensar en hacer “eso”.

Una reacción así es excelente, si podemos entender que es el primer paso en nuestro proceso de curación.

Yo le digo a la gente que cualquier reacción que puedan tener sirve para demostrarles que han iniciado ya el proceso curativo. La verdad es que el proceso se inicia en el momento en que empezamos a pensar en cambiar.

La impaciencia no es más que otra forma de resistencia: es la resistencia a aprender y a cambiar. Cuando exigimos que todo se haga ahora mismo, que se complete de inmediato, no nos estamos dando el tiempo necesario para aprender la lección implícita en el problema que nos hemos creado.

Si usted quiere ir a la habitación de al lado, tiene que levantarse y avanzar paso a paso en esa dirección. Con quedarse sentado deseando estar en la otra habitación no se arregla nada. Pues es lo mismo. Todos queremos terminar con nuestros problemas, pero no queremos hacer la pequeñas cosas que, sumadas, nos darán la solución.

Ahora es el momento de reconocer nuestras responsabilidades por haber creado esa situación o ese estado. No estoy hablando de sentirse culpable, ni de que nadie sea una “mala persona” por estar donde está. A lo que me refiero es a reconocer ese “poder interior” que transforma en experiencia cada uno de nuestros pensamientos. 

En el pasado, sin saberlo, usamos ese poder para crear cosas que no queríamos experiementar, porque no nos dábamos cuenta de lo que hacíamos. Ahora, al reconocer nuestra responsabilidad, tomamos conciencia de este poder, y aprendemos a usarlo conscientemente de manera positiva y en beneficio nuestro.
Con frecuencia, cuando sugiero una solución a un cliente -puede ser una manera nueva de abordar un asunto, o bien perdonar a una persona relacionada con él- veo cómo empieza a contraer y adelantar la mandíbula, y cómo cruza tensamente los brazos sobre el pecho, a veces incluso cerrando los puños. La resistencia está subiendo a escena, y entonces sé que he acertado exactamente con lo que es necesario hacer.

Todos tenemos lecciones por aprender. Las cosas que nos resultan difíciles no son más que las lecciones que hemos decidido tomar. Si las cosas nos resultan fáciles, es porque ya las sabemos hacer.

Louise L. Hay · “USTED PUEDE SANAR SU VIDA”

lunes, 28 de mayo de 2012

LAS ENSEÑANZAS SON UNA AMENAZA PARA NUESTRA PERSONALIDAD


Realmente necesitas algo de ayuda, pues no tienes fe en este trabajo. Lo echaste a perder, lo aceptaste sólo hasta el punto en que no avergonzara, rebajara o em­pequeñeciera tu identidad individual. Y al hacer eso, la identidad fue más importante que el Espíritu Santo.

Cuando necesitas las enseñanzas, no tienes fe en ellas, porque no las aplicas. Así que en definitiva, lo que debemos considerar es por qué pides algo que no te mereces. No te mereces el Espíritu Santo ni te me­reces la resolución; tampoco eres digno de caminar sobre el agua, sobre ese río turbulento que va a permi­tirnos dar el paso de nuestra humanidad a nuestro es­píritu.

No existe ningún otro lugar —y te ruego que vayas y encuentres uno, si piensas que me equivoco— que hubiera podido transmitirte enseñanzas y disciplinas tan magníficas, con una gracia, fortaleza y tenacidad tan absolutas como las que se te han ofrecido aquí. Pero parece que tú consideras las enseñanzas como una amenaza física. Lo son. Son una amenaza para la per­sonalidad. Cuando la personalidad necesita derramar su semilla, tener sus orgasmos, llenarse la barriga, ali­sarse el cabello, y ponerse sus ropas finas, las enseñanzas se interponen en su camino. Todo esto son reacciones sensuales, y cuántas más reacciones sensuales tenga­mos, más hermosos somos o más aceptables. Así es jus­tamente como funciona.

Consideras a las enseñanzas como una amenaza; pues bien, lo son, porque te piden que reemplaces este ego alterado con el reino del cielo. Cuando lo adora­ban por los milagros que realizaba, Yeshua ben José decía: «No he sido yo quien ha hecho esto». Lo que estaba diciendo era: «No he sido yo, Yeshua ben José, quien ha hecho esto. No veneréis mi ego alterado. No veneréis mi rostro ni mis pies. No veneréis mis vesti­duras. ¿No entendéis? Fue el Padre celestial que vive en mí quien lo hizo. Yo no soy nada». Nunca se adju­dicó el mérito por su obras, siempre se lo dio a Dios, y al hacer eso, pasó una prueba que tú nunca enfrenta­rás en esta vida, porque no tienes las agallas de decir «es mi Dios quien lo ha hecho», pues es demasiado difícil quitarle el mérito a tu personalidad; demasiado tentador. Supongo que esa es la diferencia y el motivo de que los maestros no residan entre vosotros. Lo úni­co que recibimos en la vida es aquello que somos. Sólo manifestamos en nuestra vida aquello que es igual a lo que somos. Esa es la ley; sin excepciones y sin prejui­cios. Obtienes todo lo que deseas y, por desgracia, de­seas lo que es perecedero. Yo me esfuerzo por enseñarte acerca de lo imperecedero.

Muchos de vosotros habéis hecho milagros, ¿pero es eso suficiente como para que te cruces de brazos el resto de tus días? «Bueno, fui capaz de hacer esto. Hace dos años hice aquello, hice lo otro.» ¿Vas a vivir a cuen­ta de esa reputación? ¿Acaso disculpa, de alguna ma­nera, tu conducta de hoy? ¿Y por qué hoy no puedes librarte de tu dolor de cabeza? El hecho de que el año pasado hayas obrado un milagro, ¿es motivo para que pases por alto el problema que creaste hoy? La reputa­ción no va a resolverte la vida. Se trata de vivirlo a cada instante del presente divino.
No puedo enseñarle a nadie que insista en oír sólo lo que le interesa oír. Yo puedo enseñarles a aquellos que despiertan y comprenden que el verdadero proble­ma de su vida es que han recibido una gran cantidad de sabiduría, y que no sólo la escucharon verbalmente, sino que se les dio la libertad de llevarla a la prácti­ca. Y muchos tienen el mérito de haber podido hacer­lo y de haberse probado a sí mismos que la enseñanza no es una filosofía, sino una verdad.

Yo podría sentarme a llorar durante otros 35.000 años, porque la mayor travesía en la que me he embar­cado ha sido regresar para conseguir que realices ese único y pequeño milagro: la verdad. Y si eso no fun­ciona, entonces nada va a funcionar. No se trata de que yo sea Ramtha o que no lo sea, sino de que yo te enseñé a obrar lo milagroso, y tú lo hiciste. ¿No hace eso que nos preguntemos cuánto más hay ahí? Ese pe­queño milagro, esos dos pequeños milagros, esos dos niveles de verdad son como plumas en el viento en lo que respecta a la personalidad, porque la personalidad puede negar, rechazar y razonar lo milagroso en sus propios y sórdidos términos de lógica. Les ha pasado a los mejores de vosotros. ¿Recuerdas el dicho que dice «los últimos serán los primeros y los primeros serán últimos»? Es totalmente cierto.

En algún lugar dentro de cada uno de vosotros debe nacer, tal como nació en mí, la idea de que debe exis­tir algo mejor que mi vida. Yo tuve mucho tiempo para pensar en eso durante los siete años que pasé en la roca. Yo me senté y sufrí durante siete años. Y te diré algo que deberías considerar digno de atención: yo creé mi propia traición porque en una sola ocasión no uti­licé mi sabiduría. ¿Cuántas veces al día no usas tu sa­biduría? ¿Hace falta que te señale el abuso que le infliges a tu vida por no usar la sabiduría que tienes en algún lugar dentro de ti y que obtuviste un asombroso día?

Los primeros años estaba lleno de ira y amargura; lleno de resentimiento y de odio. Estaba resentido con todos y odiaba a todos. Yo era la víctima por excelen­cia. Como era el líder, sufrí una gran caída desde mi inmortalidad, la leyenda que yo era. Imagínate eso. Yo sé por qué no haces cosas que amenacen tu imagen, pues yo también lo hice; sé lo que se siente. Yo estaba resentido, lleno de odio, y sin embargo, no podía ha­cer nada al respecto. Así que siéntate allí, Ramtha, y resiéntete y odia un poco más; sólo estás creando el día siguiente que te va a herir todavía más, y vas a sentirte peor. Y después de un tiempo, me harté de sentirme peor. ¿Sabes por qué estaba resentido? Por haberme caído de mi imagen, y a eso súmale la herida. Yo estaba resentido por eso. Pero no podía hacer nada al respecto, después de todo, yo había creado las cir­cunstancias de mi propia caída. Así como tú conti­núas creando las circunstancias que vuelven a presentarse en tu vida, así lo hice yo.

Aquel pájaro nocturno me enseñó más de lo que había aprendido en toda mi vida. Era mi compañero único y verdadero. A él no le importaba que yo fuera el Ram, nada más no hagas ningún ruido, no sea que despiertes a los pichones. Después de un tiempo obe­decí eso. Yo estaba en su territorio; ellos no estaban en el mío. ¡Qué interesante!
¿Sabes en qué consiste el resentimiento? En tratar de volver al pasado. Existe una cualidad primitiva en la personalidad con respecto a querer volver a su pasa­do. Es primitiva hasta el punto en que continúas re­gresando a las cosas que te resultan familiares, formas de pensamiento familiares, modos de pensar que son familiares. Es un elemento primitivo en ti. Yo lo sé; estaba en mí.

Déjame decirte cómo es. Continúas reafirmando tu pasado porque elegiste hacerlo. Por eso se interpo­ne en el camino de lo milagroso en tu vida, porque lo milagroso, con su luminosidad, debe atravesar las som­bras de tu personalidad. Regresar al pasado sería para mí como regresar a la última ciudad que he arrasado, reconstruirla y volverla a destruir, luego pensar acerca de eso, regresar y hacerlo otra vez. El pasado para mi -igual que lo que tú haces todos los días— sería tratar de volver a Onai, erigirla, regresarla a la posición donde estaba, dedicar todo mi tiempo a reconstruirla, piedra por piedra —y ni qué hablar, por supuesto, de resucitar a la gente de entre los muertos—, volverla a construir para hacer que me sometiera una vez más.

¿Por qué querría resucitar al guerrero que me escu­pió en los ojos? ¿Por qué querría resucitar al sátrapa que deshonró a mi hermano? ¿Por qué querría hacer eso? Tú dices que tú no lo harías, pero yo te digo, ¿no es eso lo que haces? ¿No reconstruyes tu pasado una y otra vez? Lo haces. Dices que los rostros han cambia­do, pero yo te digo que no sería diferente si yo me fue­ra a otro plano, arrebatara a las personas que maté de la vida en la que están actualmente, y ellas desapare­cieran y regresaran al pasado. Lo único que estás ha­ciendo es reciclar los mismos rostros de siempre. Eso es lo único que haces. Simplemente tienen puesta una máscara diferente.

Todavía no se te ha ocurrido realmente —excepto a aquellos que puedo contar con una sola mano y que me sobren dedos— que para mí la realidad comienza en la mente. No sucede en lo físico; eso no es realidad. Esa es la diferencia con las personas que están atasca­das en los escollos de un río turbulento. Su realidad es el río turbulento.
Cruzar el río es traicionero              
Para los seres que han vivido su vida en comunión con toda la vida, su realidad no es una única cosa es­pecífica, sino la comunión de la vida misma, que está aquí. Si yo te dijera que no se trata de lo que haces, sino de lo que piensas, entonces eso respaldaría, en pocas palabras, la enseñanza de que conciencia y ener­gía crean la realidad. Si lo hubieras pensado, ya lo ha­brías hecho.

¿Cómo ponemos esa declaración en el contexto de lo milagroso? Lo que piensas en tu cerebro siempre se manifiesta. Yo lo llamo pensamiento común. El pen­samiento común es el pensamiento más poderoso de todos, porque no encuentra objeciones; se le permite ser. Lo milagroso requiere nuestro trabajo: subir la ener­gía más allá de nuestros tres primeros sellos, debemos sentarnos y hacerlo. Es traicionero, porque quizá esta­mos cansados, puede que sea tarde, tal vez estemos en la cama, o podríamos estar con alguna prostituta. Así que siempre es traicionero; cruzar el río es traicionero. Pero esto es lo que pasa. Tu pasado fue como mi pasa­do, yo me apoyaba sobre los hombros de mis conquis­tas, pero cuando desaparecieron, me quedé sin hombros en los que apoyarme. Ese era mi pensamiento común.

Tu pensamiento común es tu ego alterado, por eso se sigue manifestando, y por eso tenemos que trabajar tan arduamente para que el Espíritu Santo esté activo en nuestra vida. Decimos que es un trabajo arduo. Sí, lo es, porque aún no te has apropiado de estas pala­bras. Estos pensamientos transmitidos abiertamente y con elocuencia aún no son tus pensamientos. Tú no piensas como yo. Incluso en el cerebro de esta mujer yo pienso como un Dios, uso el cerebro como un Dios. ¿De qué otra manera explicas esas horas de orienta­ción fluida? Esa es la mente de Dios que fluye a través de un cerebro humano, a la cual podrías criticar fácil­mente, pero no puedes negar que está fluyendo. Te es­toy dando una demostración del pensamiento común, fluye desde mí de manera ilimitada. Ni siquiera pue­des sostener una conversación conmigo. Tu pasado está reforzado por lo común de tu personalidad, y lo mila­groso aún no es parte de tus pensamientos. No piensas como Dios, por lo tanto, no puedes vivir como Dios.

No se trata de lo que haces: se trata de lo piensas. Y como tu profesor te digo que para mí tus pensamien­tos son realidad. No me importa lo que hagas después, es insignificante. El punto de realidad se creó en tu cerebro, y tú contemplaste el pensamiento. Eres un tonto si crees que esos pensamientos no están expuestos
 a todo el mundo del plano de la luz y más allá. Eres un tonto si piensas que son privados, pues no lo son.
La divinidad fingida sólo te conducirá a la tumba, y habrás perdido un cuerpo que te permite realizar las maravillosas obras del reino del cielo. Retomo mi pre­gunta: ¿por qué le temes tanto a tu personalidad? ¿Por qué piensas que si eres un ser divino vas a perder vida? ¡Qué tontería tan absurda!

Y no te excuses diciendo: «Soy joven». Esa no es una excusa. La juventud ofrece la mayor reserva de energía para la consumación del Cristo en la materia. Cuando envejeces, se hace difícil eliminar el dolor de tus huesos, porque gran parte de tu vida emocional ahora está en ellos. Es aún más difícil cuando ya no eres tan viril como para encontrar la energía hormo­nal que ha perdido el cuerpo, para resucitarla en una clase de pasión que conocías sólo cuando eras joven e imprudente. Todos piensan que son indestructibles cuando son jóvenes. Son las hormonas las que te ha­cen pensar así, pero se abusa de ellas, no se las usa.

¿Cuál es la recompensa? El reino de los cielos. ¿Y qué significará eso? Significa que la mente se coloca en el altar de Dios, y se coloca allí para que Dios sim­plemente la tome y la utilice como un instrumento para crear el paraíso. Cuando lleguemos a ese punto, debemos depositar una pesada carga en ese altar, lo que no es fácil, pues es difícil dejar a un lado nuestras enfermedades, ya que han constituido nuestra perso­nalidad. Es difícil dejar a un lado nuestra sexualidad, pues nos ha causado problemas que le han dado senti­do a nuestra vida. Los problemas son siempre una ra­zón para vivir.

Es difícil dejar a un lado la sexualidad. Es difícil dejar a un lado la identidad femenina, porque te ha hecho llegar muy lejos en la vida. Pero yo te digo que un día no te llevará a ninguna parte. Es muy difícil dejar a un lado la identidad masculina, porque enton­ces piensas que te pierdes la juventud. Te pido que te plantees conmigo, ¿hay algo que hayas hecho que no continúes haciendo? Consideremos tus hábitos, ¿cuán­do tienes suficiente? Tienes suficiente cuando lo has hecho una vez, pero si eso no basta, te pido que razo­nes conmigo —muéstrame tu lógica, yo te escucha­ré—, ¿cómo es que la redundancia de esa actividad de tu vida podría ser superior a la vida de una maestro? No lo es.
¿Significa que tienes miedo de que no te quieran? Si te aferras al amor por medio de tu cuerpo, tu apa­riencia, tu juventud, o lo que sea que te haya funcio­nado —lo que ha hecho que esas personas estén en tu vida—, si temes perder eso por el reino de los cielos, entonces no eres digno del reino de los cielos y te has rodeado de las personas equivocadas en tu vida. Si lle­vamos eso un poco más lejos, yo diría que tus pensa­mientos las han creado a todas ellas, así que tus pensamientos están equivocados, pues pienses lo que pienses en tu cerebro, debe consumarse aquí, en los rostros de cada persona de tu vida.

Es mucho lo que hay que poner en el altar. Es mu­cho lo que supone confiar en Dios. Pero Dios no se tra­ta de confiar; se trata de ser. La confianza existe sólo cuando estás separado de algo. Nunca puedes descon­fiar de ti mismo, eso sólo ocurre cuando estás separado de ti; y tú estás separado. Nadie puede desconfiar nun­ca de sí mismo, porque siempre vive aquello que es su yo, ya sea el humano o el Dios. Jamás puedes descon­fiar de lo que eres. Puedes predecir lo que serás por tus pensamientos, pero cuando se trata de otra persona, eso es un signo de separación, es un acto de confianza. En Dios no existe el confiar; sólo existe el ser.

Así es como es. En mi larga carrera, no sé cómo decirte de manera más sencilla que has elegido tus pen­samientos, y que eliges pensarlos cada día como pen­samiento común. Entiende esto: no debería haber sorpresas en tu vida, porque no hay nada que suceda en tu vida que primero no hayas pensado, contempla­do y fantaseado como pensamiento común, el pensa­miento más poderoso de todos. No me mires y digas: «Fui inocente de esto». No lo fuiste. Decláralo abier­tamente. Eres un creador, y atribúyete el mérito por eso, pues tú has tenido la fantasía, tú contemplaste el pensamiento, le diste vueltas en tu cabeza, conspiras­te, manipulaste, fuiste astuto, y ahora lo has consegui­do con todas esas complejidades. ¿De qué manera más sencilla lo puedo decir?

Yo estaría totalmente fuera de lugar si te dijera que estas son las enseñanzas más elevadas que hayan exis­tido, sin que tú las demostraras por ti mismo. Pero como tú has sido lo milagroso en esos espléndidos momen­tos, yo estoy aquí para decirte que funcionan, y que funcionan para todo el mundo.
Depositas mucho en el altar de Dios, pero cuando cruces el río verás que no fue nada. Todos vais a cruzar el río, porque todos vais a morir. Cuando cruces y es­tés fuera de este cuerpo —y fuera de esta red neuronal atascada en sus hábitos— y eches una mirada hacia atrás, vas a entender lo que te estoy diciendo. Tal vez haga falta otra de estas vidas para que llegues a verlo.

Algunos piensan que yo no te dejo en paz. Es ver­dad, no te dejo en paz. ¿Y por qué debería hacerlo? Soy tu profesor. Te estoy diciendo lo que ningún otro puede decirte, ni siquiera tus mejores amigos, pues ell0s nunca te dicen nada; siempre te dicen lo que les bene­ficia a ellos.

Vas a tener que reemplazar tu mente pertenecien­te al mundo popular del ego alterado, sus idas y veni­das, sus imágenes, sus expectativas. Vas a tener que reemplazar algo de ese mundo con ser Dios, crear un mundo y hacer cambios en él. Entonces, cuando ca­minas por el mercado sabes que lo has afectado en vez de estar ahí sólo para pasar un buen rato. El mejor de los tiempos —y así es— es el no tiempo. Caminar por un mercado y que no haya tiempo significa que lo has cambiado. Ese es el mayor de todos los obsequios. El mercado jamás te hará pasar un tiempo mejor que el que tú vas a crear, te lo aseguro.

Si dices que eres seriamente un Dios de la Gran Obra, debes dedicar una parte de tu vida a ser ese Dios. Y eso no significa que tengas que pasearte en una larga túnica y propugnar palabras vacías. Significa que de­bes vivir su sustancia y ser recto.

RAMTHA

miércoles, 2 de mayo de 2012

MAESTRO Y ALUMNO

El rol del maestro es facilitar el proceso de sanación, mostrar dónde se pueden entrecruzar el pasado y el presente y crear un nuevo paradigma para la vida. El rol del alumno es encarnar el aprendizaje de las lecciones presentadas y aplicarlas a su camino de sanación. El maestro da, el alumno recibe. Y éste es un proceso recíproco, por lo que el maestro también es alumno y el alumno también es maestro. Cuando se olvidan de esto, sólo reciben la mitad de la enseñanza, sanación y bendiciones que están disponibles para ustedes en cada situación.
Las conexiones se hacen a través de frecuencias energéticas resonantes. Así que el maestro y el alumno comparten la misma vibración energética y cada uno de ellos aporta un aspecto del aprendizaje que el otro necesita. Si el maestro piensa que tiene una vibración más alta que el alumno, se está apartando a sí mismo del conocimiento que le ayudará en su camino. Si el alumno piensa que está en una vibración energética más baja que el maestro, no podrá conectar con las frecuencias que necesita para elevar su propia vibración.
El mejor uso del paradigma del maestro y alumno es preguntarse qué es lo que tienen para compartir, así como lo que tienen que aprender. Éste es el proceso de ‘dar y recibir’ que es un aspecto de todo aprendizaje. Si el maestro es consciente de lo que da, está entonces ofreciendo energía y puede llegar a ser fuente de sanación y conocimiento para el alumno, sin completar su propio aprendizaje. Si el alumno está recibiendo solamente, está recibiendo energía, pero no está compartiendo su propio don con el maestro.
Los maestros que se colocan a sí mismos en una posición exaltada están en la energía de su ego y no actuando desde el espíritu. Ellos también están en un camino de aprendizaje, con tanta necesidad de recibir como de compartir lo que saben. Todos tienen algo que aprender y todos se benefician al recibir y dar por igual. Con cada interacción, ya sea que sientan que son el alumno o el maestro, pregúntense qué tienen para compartir y qué pueden recibir. Entonces se benefician de todas las bendiciones de cada conexión puesto que dan y reciben, enseñan y aprenden, se sanan y son sanados por y con todos aquellos con quienes se 
conectan.