Yo soy Ramtha, una entidad soberana que vivió hace
mucho tiempo en este plano llamado Tierra o Terra. En aquella vida yo no morí,
sino que ascendí, porque aprendí a controlar el poder de mi mente y a llevarme
mi cuerpo a una dimensión invisible de vida. Al hacer esto, me di cuenta de la
existencia de una libertad, una felicidad y una vida ilimitadas. Otros que
vivieron aquí después de mí, también ascendieron. Ahora soy parte de una hermandad invisible
que ama inmensamente a la humanidad. Nosotros somos vuestros hermanos que oímos vuestras
plegarias y vuestras meditaciones, y observamos el ir y venir de vuestros
movimientos. Somos
aquellos que vivimos una vez aquí como hombres y experimentamos desesperación,
la tristeza y la alegría que todos vosotros habéis conocido. Pero nosotros
aprendimos a dominar y trascender las limitaciones de la experiencia humana
para llegar a un estado de ser más grande.
He venido a deciros que sois muy importantes y
preciosos para nosotros, porque la vida que fluye a través de vosotros y el
pensamiento que os llega a cada uno —como quiera que lo contempléis— es la
inteligencia y fuerza vital que llamáis Dios. Es esta esencia la que nos
conecta a todos, no sólo a los que habitan vuestro plano, sino también a
aquellos en universos sin nombre que aún no tenéis ojos para ver. Estoy aquí para
recordaros una herencia que la mayoría de vosotros olvidó hace mucho, mucho
tiempo. He venido a daros una perspectiva más noble desde la cual podáis
razonar y entender que vosotros sois, en verdad, entidades divinas e inmortales
que siempre han sido amadas y apoyadas por la esencia llamada Dios.
Estoy aquí
para ayudaros a ver que sólo vosotros, con vuestra sublime inteligencia, habéis
creado cada realidad en vuestra vida, y que con ese mismo poder tenéis la
opción de crear y experimentar cualquier realidad que deseéis. Muchos otros
vinieron a lo largo de vuestra historia e intentaron, de muchas maneras,
recordaros vuestra grandeza, vuestro poder, y la eternidad de vuestras vidas.
Nosotros fuimos reyes, conquistadores, esclavos, héroes, Cristo crucificado,
maestros, guías, filósofos... cualquier cosa que permitiera la existencia del
conocimiento. Y a veces hemos intervenido en vuestros asuntos para evitar que
os aniquilarais, para que la vida aquí continuara proveyéndoos de un jardín de
juegos para vuestras experiencias y vuestra evolución hacia la felicidad. Pero,
uno a uno,
perseguisteis a aquellos que intentaron ayudaros.
Y si no los perseguisteis, les hicisteis estatuas y
tergiversasteis y pervertisteis sus palabras según vuestra propia conveniencia.
En vez de aplicar sus enseñanzas, la mayoría ha acabado adorando a los
maestros. Para evitar que me adoréis, no he venido hasta vosotros en mi propio
cuerpo, sino que he elegido hablar a través de una entidad que fue mi hija
amada cuando viví sobre este plano. Mi hija, que generosamente me permite usar
su cuerpo, es lo que se llama un «canal puro» de la esencia que yo soy. Cuando
os hablo a vosotros, ella no está en su cuerpo; su alma y su espíritu lo han
abandonado completamente.
Yo traigo a vuestro planeta los vientos del cambio. Yo,
y aquellos que me acompañan, estamos preparando a la humanidad para un gran
evento que ya se ha puesto en marcha. Vamos a unir a todas las gentes de este
plano permitiendo al hombre ser testigo de algo magnífico y brillante, algo que
lo hará abrirse y permitir que el conocimiento y el amor fluyan a través de él.
¿Por qué está ocurriendo esto? Porque sois amados, más de lo que nunca
considerasteis se os pudiera amar. Y porque ya es hora de que el hombre viva en
un entendimiento mayor que el que lo ha hundido en épocas oscuras, robando su
libertad, dividiendo a las gentes, y que ha causado el odio entre los amantes y
la guerra entre las naciones. Ya es hora de que todo esto termine. Es hora de
que el hombre se dé cuenta de la divinidad e inmortalidad de su ser, y deje de
arrastrarse por la supervivencia sobre este plano.
Está
muy cerca el día en el que un gran conocimiento llegará a este plano traído por
maravillosas entidades que son vuestros queridos hermanos. En este tiempo, los
conocimientos científicos florecerán como nunca lo han hecho. Lo que está por llegar se llama la Era de
Dios. Esta era se va a manifestar a través de un cambio deliberado en el
tiempo y sus valores. En los años por venir, la enfermedad, el sufrimiento, el
odio y la guerra dejarán de existir sobre este plano. No existirán más la
muerte ni el envejecimiento del cuerpo, sino la vida continua. A través del
entendimiento, del conocimiento y del amor profundo ocurrirán estas cosas en la
vida de cada entidad.
Estos
son los tiempos más grandes en toda vuestra historia escrita. Aunque son
tiempos difíciles y desafiantes, vosotros elegisteis vivir en esta época por la
consumación que os traerá. A todos vosotros se os ha prometido desde tiempos
milenarios que veríais a Dios en vuestra vida. Sin embargo, vida tras vida
nunca os lo permitisteis. En esta vida, la mayoría de vosotros ciertamente lo
hará. Veréis emerger aquí un reino
magnífico, y llegar civilizaciones de cuya existencia no teníais ni la más
remota idea.
Soplará
un viento nuevo, y el amor, la paz y la alegría agraciarán este bendito lugar,
la esmeralda de vuestro universo y la morada de Dios.
Contemplad
lo que os he dicho. Permitid que estas palabras entren en vuestro ser. Cuando
lo hagáis, con cada pensamiento, con cada sentimiento y en cada momento,
volveréis a la comprensión de vuestra grandeza, de vuestro poder y de vuestra
gloria.
«No
hay otra redención para la humanidad que el reconocimiento de su divinidad.
Vosotros sois las semillas de ese entendimiento. Todo lo que penséis, todo lo
que entendáis, eleva y expande la conciencia en todas partes. Y cuando vivís lo
que habéis comprendido, enteramente por el bien de vuestra propia vida,
permitís que otros vean en vosotros un proceso de pensamiento más sublime, una
comprensión mayor, y una existencia con más sentido que la que ellos ven a su
alrededor.»
Ramtha