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miércoles, 20 de junio de 2012

VIVOS, PERO NO VIVEN

"Los humanos están vivos, por supuesto, pero no viven: la mayoría del tiempo puede decirse que sólo están ocupados. No se dan cuenta que estas múltiples actividades en las que pasan sus jornadas hacen que se olviden de vivir. 

Vivir es respirar, alimentarse, desplazarse, dormir, hacer gestos, hablar, etc. Pero ¿quién está preparado para admitir que en estas actividades hay algo a aprender y que nunca había pensado en ello? Pero quién está preparado para decirse: «Es verdad, respiro, como, camino, utilizo mis manos… pero ¿cómo? 

¿Acaso no hay algo que podría mejorar si fuera más consciente? 

Puesto que a cada instante del día, es la vida divina que se  manifiesta a través mío.»"

Omraam Mikhaël Aïvanhov

miércoles, 13 de junio de 2012

PARA TODO SE NECESITA PACIENCIA

Para surgir y para crecer, para nacer y para vivir.
Quizás la vida no es más que eso: una constante lección de paciencia. Pobre de aquel que se rebela y cree que con gritos
y quejas va a cambiar lo inevitable.
La paciencia, un valor que se afianza cuando seamos realistas, cuando somos creyentes y cuando actuamos
con humanismo.
 Después de Dios que a diario es paciente con nuestros errores, la mejor maestra de ésta virtud es la naturaleza.
Ella nos enseña a avanzar paso a paso, a esperar la  marea alta después de la marea baja y a dejar que transcurra el
tiempo entre la siembra y la cosecha.
Saber vivir es aprender a ser pacientes y tolerantes con nosotros mismos y con los demás sin caer en la pasiva
resignación.
Saber vivir es darle tiempo al tiempo, convencidos de que ninguna planta crece cuando la halamos y que
cada día trae su propio afán...
TODO LLEGA AL QUE SABE ESPERAR....
Gonzalo Gallo

sábado, 5 de mayo de 2012

Aumentar la conciencia del yo y del otro

Lo que se me revela es lo que es importante para mí, lo que me incumbe. Toda persona debe preocuparse de sí misma, de convertirse en un todo. Tenemos lecciones que aprender... todos nosotros. Hay que aprenderlas una a una, por orden. Sólo así podremos saber qué necesita la persona que tenemos cerca, qué le falta o qué nos falta a nosotros para ser un todo.

Comprenda la naturaleza del yo, del yo verdadero, que es inmortal. Darse cuenta de eso le ayudará a ver siempre las cosas desde la perspectiva adecuada.
Conózcase, para poder ver claramente, sin las distorsiones de la mente consciente o del subconsciente.
Practique la meditación y la visualización, la observación distanciada, la percepción tranquila, las sensaciones de amor-cariño desde la distancia o el distanciamiento del amor, Cultive ese estado.
Conozca sus ideas y sus suposiciones y dese cuenta de que puede que las haya adoptado sin cuestionárselas.
Cuando se generaliza estableciendo grupos o tópicos se hace imposible ver a los individuos por sí mismos.
Las suposiciones erróneas arraigadas en el pasado, como «los hombres Son unos brutos y unos insensibles» o «las mujeres son demasiado sensibles y emotivas» ocasionan una percepción distorsionada de la realidad.
La experiencia tiene mucha más fuerza que las creencias. Aprenda de sus experiencias. Lo que ayuda sin hacer daño tiene valor. Descarte las creencias y los pensamientos caducados.
La felicidad nace en el interior de las personas. No depende de cosas externas o de otra gente. Cuando nuestra sensación de seguridad y felicidad depende del comportamiento y los actos de los demás, nos volvemos vulnerables y podemos sufrir con facilidad. Nunca le dé su poder a nadie.
Intente no tener demasiado apego a las cosas. En el mundo tridimensional aprendemos gracias a las relaciones, no a las cosas. Todos sabemos que no podemos llevárnoslas con nosotros cuando nos vayamos.
Cuando morimos y nuestras almas progresan hasta dimensiones superiores, nos llevamos nuestros comportamientos, nuestras acciones, nuestros pensamientos y nuestro conocimiento. La forma de tratar a los demás en las relaciones es infinitamente más importante que lo que hemos acumulado materialmente.
Además, podemos ganar y perder muchos objetos materiales a lo largo de la vida. En la otra vida no nos encontraremos con nuestras posesiones, sino con nuestros seres queridos. Esta idea debería ayudarle a recapacitar sobre sus valores en caso de que sea necesario.
Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus, de John Gray, es desde hace muchos años todo un éxito de ventas en muchos países. Muchos otros libros, películas y programas de televisión han subrayado también las diferencias entre hombres y mujeres, al parecer insalvables. Existe un abismo entre los sexos que se manifiesta en nuestra forma de pensar y en nuestro comportamiento. No vemos el mundo del mismo modo. La testosterona, la hormona masculina, inclina a los hombres hacia la agresión y la competitividad, en lugar de la cooperación, hacia la «propiedad» del territorio y de la familia. El estrógeno y la progesterona, las hormonas femeninas, parecen fomentar la sensibilidad, la comunicación en lugar de la competición, un menor deseo de agresión y una mayor ansia de protección.
La forma en que se educa a los niños y a las niñas aumenta esa asimetría innata y refuerza los muros biológicos que separan a hombres y mujeres. A los niños se les anima socialmente a ser más agresivos, más competitivos, más enérgicos. A las niñas, a ser más pasivas, más comunicativas, más cooperativas. Los padres y los maestros, la sociedad y la cultura, y los medios de comunicación y los publicistas nos enseñan valores distintos.
Parece que hay mucho de cierto en todo esto. No puede resolverse ningún problema hasta que se tome conciencia clara de este problema. Pues bien, ya lo sabemos. ¿Y ahora qué pasa?
Está claro que hay que educar a los niños para que sean conscientes de su sensibilidad y la expresen más.
Hay que enseñarles a cooperar más y a aprender a comunicarse mejor. A las niñas se las debe educar para que estén más seguras de sí mismas y sean más enérgicas. En líneas generales, hay que modificar más la formación de los niños que la de las niñas, ya que el mundo está sumido hoy en una violencia provocada casi exclusivamente por hombres.
Pero ¿qué hay de las diferencias biológicas innatas? ¿Cómo podemos cambiar la biología? ¿Qué podemos hacer con la testosterona? He aquí una metáfora.
Las hormonas y determinados factores genéticos hacen que a los hombres les salga pelo en la cara.
¿Quiere eso decir que las barbas son inevitables, que todos los hombres tienen que ir por la vida con largas barbas?
Naturalmente, la respuesta es que no. Los hombres pueden decidir afeitarse la barba. Cualquier hombre tiene la opción de afeitarse o no.
Las influencias biológicas son tendencias, superables con voluntad consciente. La testosterona y las demás hormonas impelen, pero no compelen. Del mismo modo que los hombres pueden decidir afeitarse, también pueden elegir no ser violentos, ser menos agresivos, cooperar más y ser más comunicativo s y sensibles.
La decisión consciente de elegir la senda del amor, no la de la violencia, es el siguiente paso para los hombres.
Tras esa elección tenemos otro paso más, que es el despertar a la verdad espiritual de que estamos formados por espíritu y alma, no por cuerpo y cerebro. El alma no tiene sexo, no tiene hormonas, no tiene tendencias biológicas. El alma es pura energía de amor.
A medida que nos vamos haciendo conscientes de nuestra naturaleza espiritual, reconocemos nuestra auténtica esencia. Somos inmortales y divinos. Renunciar a la violencia, al odio, a la dominación, al egoísmo y a la propiedad de las personas y de las cosas es mucho más sencillo tras ese reconocimiento. Aceptar el amor, la compasión, la caridad, la esperanza, la fe y la cooperación pasa a ser lo más natural.
En el transcurso de nuestras muchas vidas se dan algunos cambios de sexo. Todos hemos sido hombres y todos hemos sido mujeres. Aunque creo que tendemos a especializarnos en un sexo o el otro, todos tenemos que hacer, por así decirlo, algunas asignaturas optativas como personas del otro sexo. Tenemos que aprender de todas partes. Ricos y pobres. Fuertes y débiles. Budistas, cristianos, judíos, hindúes, musulmanes o de otras religiones. Distintas razas. Y, por descontado, hombres y mujeres.
Y así, al final, todos podemos aprender a superar cualquier tendencia biológica negativa para manifestar plenamente nuestra naturaleza espiritual. De forma similar, y por el mismo motivo, todos podemos aprender a superar cualquier enseñanza social o cultural negativa.
Algunos se quedan rezagados porque no todos avanzamos a la misma velocidad, aunque recorremos la misma senda. Los que van al frente tienen que mirar hacia atrás, con compasión y con amor, y ayudar a quienes se quedan atrás.
Hay que mirar hacia atrás y ayudar, sin esperar recompensa, ni siquiera agradecimiento.
Hay que mirar hacia atrás y ayudar, porque eso es lo que hacen los seres espirituales.

Extracto del libro: Los Mensajes de los Sabios. Brian Weis

jueves, 3 de mayo de 2012

PARA PODER APRENDER

PARA PODER APRENDER...

de Andrés Manuel Landaeta Hernández, el miércoles, 5 de octubre de 2011 a la(s) 11:34 ·
A veces nos pasa como al discípulo, queremos incorporar nuevos aprendizajes pero somos incapaces de soltar lo que hemos aprendido. Algunas veces esto nos sucede cuando queremos adquirir nuevos conocimientos, formas distintas de hacer y también cuando queremos escuchar a los otros.

Para poder incorporar nuevos aprendizajes a nuestras vidas, necesitamos soltar aquello que sabemos. Del mismo modo, para poder escuchar a los demás, necesitamos vaciarnos de nuestras conversaciones internas, de nuestros prejuicios, de nuestra creencia de saber y tener respuesta para todo.

Es necesario que aprendamos la humildad. Desde el espacio de humildad continua, desde el espacio de vacio es posible estar apto para recibir nuevas enseñanzas. Cada vez que creemos que sabemos todo, que consideramos que nuestro modo de ver el mundo es el único posible; cada una de esas veces nos perdemos de aprender.

Esto mismo nos pasa en las conversaciones, cuando creemos que ya sabemos todo, no es posible que podamos aprender de los otros, descubrir riquezas en las formas de hacer distintas a las nuestras. No podemos encontrar mejores maneras de hacer las cosas si estamos convencidos de nuestros modos de hacer son –indudablemente- los mejores.

Quizás podamos comenzar a preguntarnos:

¿En qué espacios de nuestra vida creemos que sabemos todo?
¿En qué situaciones o relaciones nos damos cuenta que estamos cerrados a escuchar cosas diferentes a lo que sabemos?
¿En qué espacio de tu vida sería bueno que pudieras “hacer espacio” para aprender cosas nuevas?
¿Qué relaciones podrían renovarse o crecer si dejaras de “saberlo todo” y te abrieras al modo de ver del otro?
¿Qué ámbitos se enriquecerían si recuperaras la capacidad de asombro, de apertura y de aprendizaje que tenias de pequeño? …


Un abrazo.

Gracias por estar ahí.

Andrés Landaeta

lunes, 23 de abril de 2012

VENCE TUS MIEDOS

Publicado en el Diario La Nación de Neiva (Huila, Colombia) el 04 de Diciembre de 2011.
A mi manera de ver todos poseemos una especie de baúl personal. Allí vamos guardando cada experiencia vivida y lamentablemente le asignamos una etiqueta dependiendo de lo “bien” o “mal” que nos fue. Con cada situación nueva que aparece nos remitimos al dichoso baúl y buscamos alguna que se le asocie. Si encontramos el componente “miedo” nos detenemos y ya no actuamos. El miedo nos cohíbe de tomar decisiones, asumir retos, arriesgarnos, porque estimamos que nos puede ir igual que antes y preferimos seguir  por la vida esquivando.
El miedo, la emoción más tóxica, es el ingrediente primario para manifestar lo que se teme. No es sino que nos angustiemos y centremos nuestra mente en algo que no queremos que ocurra, para que suceda. Obviamente, los pensamientos por sí solos no tienen fuerza. Necesitan de sensaciones y emociones para que se manifiesten. Es decir, pensamientos negativos combinados con miedo son la mezcla perfecta para crear la receta del anti-éxito.
Algunos miedos son infundados, otros aprendidos. También existen los que llevamos grabados en nuestro inconsciente y que heredamos genéticamente a través del ADN. Este tipo de miedo ancestral es transmitido de generación en generación y está en cada uno de nosotros romper con el esquema, para eliminarlos de nosotros mismos y de nuestros descendientes.
Un joven me dijo en una ocasión: “el miedo es chévere; la adrenalina que se produce es agradable”; puede ser. De hecho hay quienes sacan enorme fuerza en momentos de conmoción. Sin embargo, la mayoría nos paralizamos. Muchos llevamos el miedo al área del plexo solar, desencadenando todo tipo de malestares digestivos: problemas de colon, estreñimiento, diarrea, etc. Yo, por ejemplo, fui una niña muy asustadiza, con muchos miedos pequeños y grandes (algunos absurdos), que no elaboré en su momento. De adulta seguí cargándolos, hasta que me llevaron a una crisis de salud y fue ahí cuando reaccioné.
Hay cuatro posibles opciones ante el miedo: lo evito, huyo, lo enfrento sin conciencia o lo abordo trabajándolo para obtener la libertad emocional que busco. Claro, hay situaciones de miedo extremas, en donde se corre peligro de muerte. Por ejemplo, si mi vida está en riesgo porque me persigue un animal rabioso pues lo más sensato sería correr. Sin embargo, muchas veces el universo nos plantea circunstancias, en los momentos menos esperados, para sanar. Eventos, personas que se cruzan por nuestra vida para enseñarnos una lección, brindándonos la posibilidad de darnos cuenta que este tema es algo a lo que definitivamente debemos darle nuestra atención.
Determinación
Hablemos de un miedo puntual, simple y hasta chistoso para algunos, pero que clarifica el párrafo anterior: el miedo a usar las escaleras eléctricas o el ascensor. Quien sufra de este miedo puede: 1. Evadir su uso absteniéndose de ir a ciertos sitios. 2. Caminar y utilizar las escaleras normales. 3. Subir forzadamente, obligado por alguien pero presa del susto, con los ojos cerrados, solo deseando llegar rápido. 4. Darse la oportunidad y superar su miedo. Me enteré hace poco de una mujer quien nunca se atrevía a usar las escaleras eléctricas, a la que por “casualidad” le tocó ayudar a una persona enferma y la única manera era utilizando estas escaleras. Con miedo, pero con determinación ayudó al incapacitado y de paso a ella misma. Me contaba que sentía que ese ser había sido enviado por Dios para mostrarle que sí podía hacerlo. Todos tenemos la capacidad de abordar y superar nuestros miedos, de responder diferente a las mismas situaciones de siempre que nos sacan de nuestro centro. Nuestro propósito debe ser transmutar el miedo por el amor.
Existen otras innumerables clases de miedo: miedo al fracaso, miedo a la pérdida, miedo a la muerte, miedo a la soledad, miedo a la enfermedad, miedo a la desaprobación, miedo al conflicto, entre otros. Cada uno de ellos puede ser trabajado partiendo de premisas que nos recuerdan nuestro origen divino y nuestro potencial espiritual ilimitado. Somos seres poderosos, hijos amados de Dios, cocreadores como nuestro Padre.
En palabras sencillas, los miedos que se asocian con el tema de la abundancia y la escasez, miedo a tener y no tener, a perder, se pueden elaborar recordando que somos seres abundantes por naturaleza, que Dios es nuestra fuente inagotable de provisión y que todo lo que necesitamos para ser felices ya se nos ha sido dado. El miedo a la soledad, entendiendo que ya somos seres completos, que nuestra felicidad depende de nosotros mismos y que no podemos esperar que alguien nos la proporcione.
El miedo a la desaprobación comprendiendo que no podemos vivir la vida prestada, lo que significa vivir la vida de otros, los sueños  o los infortunios que no son nuestros. No podemos ceder nuestro poder a los demás permitiéndoles que nos digan qué, cómo y cuándo hacer. El miedo al fallo, a ser juzgado; discerniendo que siempre hacemos lo mejor que podemos, con los recursos que tenemos. Nadie se equivoca por gusto. No hay que dejarnos afectar por comentarios como: “cuidado”, “tú no eres capaz, nunca lo has sido; no lo lograste antes, menos ahora”
El ego es un experto para maquinar miedos que no tienen razón de ser. Esa es su naturaleza, de eso de nutre, de nuestra angustia y desasosiego. Pero si te decides a vibrar y vivir desde el amor, el ego perderá su rol porque el amor y el miedo no tienen cabida en el mismo espacio.
Apoyo celestial
Sobre este tema del miedo se podrían escribir muchas palabras. Espero con estas pocas, haber plantado la semillita para que te decidas y te des una oportunidad de abordar y vencer tus temores. Para ello involucra a tu equipo de apoyo celestial. En momentos de miedo, sí que contamos con la compañía de los ángeles. Entrégales a ellos toda tu angustia. Permíteles que intervengan pidiéndoles que lo hagan. No esperes a que ya estés aterrorizado, presa del pánico, para llamar a tus ángeles. Adicional a tus ángeles de la guarda, el arcángel a invocar es Miguel, el más aguerrido de todos. A este poderoso ser de luz le puedes pedir coraje, valentía y fuerza. Reemplaza tus miedos por fe, confianza y gratitud. Enfócate en lo que deseas, no en lo que temes y recuerda: Dios siempre está a cargo.
Martha Muñoz Losada