En días pasados, durante un taller que dicté en la ciudad de Bogotá,
una joven me preguntó: “¿Espiritualmente hablando, el estudio de los
ángeles qué enseñanzas te ha dejado?”. Puedo asegurar que son muchas las
bendiciones recibidas y las lecciones aprendidas. A continuación,
algunas de ellas.
Todo comienza con la intención
Establecer
una intención se asemeja a plantar una semilla. Cada proyecto necesita
una intención para su formación. Al permitirnos soñar y “hacer algo” al
respecto, como por ejemplo, dar el primer paso, el universo se programa
de inmediato en nuestro beneficio y los ángeles comienzan a orquestar
las oportunidades que necesitamos. El abono de esa semilla se relaciona
con nuestros pensamientos y las acciones que tomamos en la dirección
del logro de nuestras metas, además de la confianza que depositamos en
Dios para ver materializado nuestros sueños.
Sobre la felicidad
La
felicidad no se encuentra afuera, no depende de otro. Ser feliz o no,
es nuestra propia elección. Como hijos de Dios, todos tenemos derecho a
ser felices. Precisamente esa es una de las misiones de los ángeles:
ayudarnos a ser naturalmente alegres. No importan las circunstancias,
aun con lágrimas, la felicidad siempre está en nuestras manos, en la
actitud como asumimos cada desafío, admitiendo nuestras
vulnerabilidades, aceptando las dificultades como aprendizajes de vida y
no como pruebas divinas. Las experiencias vividas son herramientas para
el mañana y constituyen el ser que hoy somos. Cada lección se vive, se
supera y se continúa con la siguiente.
La inteligencia del corazón
Las
respuestas siempre están en el corazón. Allí reside la mayor sabiduría
del ser humano, la conciencia más elevada y armoniosa que poseemos.
Anteriormente los científicos creían que la inteligencia y la fuente de
todo conocimiento era el cerebro. Hoy en día se ha descubierto que el
corazón cuenta con la capacidad de “escuchar” al instinto y traducirlo
cerebralmente en lo que conocemos como la intuición. En el corazón
encontramos la guía divina, la voz de los ángeles. La mente lo complica
todo, el corazón saca lo mejor de cada quien. El corazón nos indica
cuando vamos por buen camino. Al construir los sueños alrededor del
corazón y apoyarnos en él a la hora de tomar decisiones, fluimos y nos
conectamos con nuestra esencia.
Co-creadores de nuestras experiencias
Existe
un plan divino para cada persona que se basa en el amor, la paz y la
luz. Elegimos lo que debemos aprender, cómo aprenderlo, con quién y en
qué periodo de tiempo. Dios además nos regaló el libre albedrío, es
decir, la capacidad de elegir. Gracias a ello somos co-directores,
co-libretistas y protagonistas de la película de nuestra propia vida. Al
alinear lo que pensamos, sentimos y hacemos, con nuestra intención,
diseñamos lo que vivimos. También es posible, desde la conciencia y el
amor, reescribir el guión en cualquier momento.
Positivismo
Las
creencias positivas son la antesala de una vida plena. Sentirse
positivos conlleva gran cantidad de beneficios para la salud física,
mental, emocional y espiritual. Los ángeles siempre creen en nosotros.
De manera que aún en tiempos de duda, sostener la fe permaneciendo
optimistas respecto a nosotros y la vida misma, es una manera casi
mágica de salir jubilosos de cualquier reto. De todas formas, los
ángeles siempre están disponibles y podemos invocarlos para recuperar la
mejor perspectiva en cada circunstancia.
Nada ocurre al azar
Todo
tiene una razón de ser. No existen las casualidades ni los golpes de
suerte. El universo se mueve bajo perfectas Leyes Espirituales. Cada
experiencia, cada persona, cada evento sucede porque así debe ser.
Resistirnos o apegarnos a algo o alguien, solo conduce al retraso de
nuestro proceso de evolución.
Merecemos lo mejor
Todo padre
amoroso desea lo mejor para sus hijos. Disfrutemos al máximo cada
instante, haciendo las cosas que nos producen gusto, conectándonos con
la satisfacción que se siente y brindándonos todo lo bello y hermoso de
la vida. No vinimos al mundo a sufrir. Está bien sentir gozo, invertir
en nuestro espíritu, aspirar y considerarnos merecedores de las cosas
buenas que Dios tiene para todos por igual.
Siempre estamos
apoyados completamente. Eso sí, recordemos pedir ayuda a los ángeles en
todo lo que hagamos. Es la voluntad del Padre que todos seamos
merecedores de la abundancia y el amor divinos. Todos somos igualmente
dignos de recibir la ayuda celestial y es tarea de los ángeles amarnos,
protegernos y orientarnos. No requieren de nuestro permiso para amarnos
incondicionalmente. Sin embargo, sí necesitan nuestro consentimiento
para guiarnos y cuidarnos.
Bendiciones de amor y luz.
Martha Muñoz Losada
Terapeuta en Sanación y Canalización con Arcángeles